El Presidente uruguayo es un aficionado al surf, deporte que practica desde hace años, en las playas de Rocha, Maldonado o viajando especialmente para hacerlo. 

Los surfistas suelen ser personas apasionadas por esa actividad. Recorren muchos kilómetros para llegar al lugar deseado, y más allá de los pronósticos, siempre asumen el riesgo de no encontrar lo que fueron a buscar, más aún en un país con un clima como el nuestro.

Pero aún con el mejor pronóstico, el surfista entra al agua no sin antes prepararse, debe estar entrenado, debe alimentarse bien, debe protegerse del frío y tener una buena tabla, debe estar motivado para hacer un esfuerzo, y lo hace todo, porque sabe que lograr el resultado es el mejor premio, con o sin público, con o sin reconocimiento, le alcanza saber que lo hizo bien y lo disfrutó.

Aún con toda la motivación, una vez en el agua, el surfista debe saber esperar, debe mantenerse en el lugar justo, debe saber aceptar la frustración cuando no lo logra, a veces ve venir la ola, cree que es esa, hace el esfuerzo, pero la ola no tiene la fuerza adecuada o tiene demasiada, o el impulso no fue el justo para tomarla bien.

El surfista sabe disfrutar solo, de hecho es un deporte individual, sin embargo, conoce sobre las ventajas de estar con otros, toma al grupo como referencia, el grupo se protege ante cualquier dificultad, el grupo suele marcar la zona de las mejores oportunidades, el grupo avisa, el buen surfista disfruta con sana envidia cuando otro logra tomar una buena ola y la corre hasta el final, con la esperanza de que pronto le tocará a él, y si no le toca, igual sabe disfrutar del espectáculo y la destreza del otro.

Las analogías del surf con la actividad política y de gobierno son muy buenas. Así lo hemos visto al Presidente, muchas veces en soledad, pero sin perder las referencias del equipo y disfrutando de los logros de sus colegas que eligieron tirarse al agua con él. Lo hemos visto correr muy buenas olas, y también revolcarse y salir golpeado algunas veces, pero volver a meterse y nadar contra corriente, seguro que la mejor ola puede ser la próxima y de que el esfuerzo vale la pena. Con paciencia y perseverancia, con actitud, motivado y sabiendo que la preparación es clave. Dispuesto a soportar la tormenta o la quietud después de haberse preparado para una jornada de buenas olas. Tener que bancar la frustración cuando las olas no aparecen a pesar de haber hecho todo para lograr el mejor resultado. Y aún así, remándola igual. Dispuesto también a disfrutar de un día soleado con tremendas olas, con un buen mar de fondo y el viento justo, o de un día lluvioso con un mar picado e impredecible.

Cada tema de la agenda pública ha sido como una salida a surfear. La Pandemia, la LUC, la reforma educativa, la reforma de la seguridad social, cada conflicto sindical, los desafíos de la seguridad pública, el contexto internacional y regional, los escándalos o los errores en temas como la gestión de su primer Ministro de Turismo o la salida de su primer canciller, o las denuncias sobre el acuerdo con la terminal de contenedores o los problemas con su Jefe de seguridad personal. 

Cada tema requirió preparación, equipo, esfuerzo, un poco de suerte, y el impulso justo. Sin soberbia, con tenacidad y rigor. A veces se logró un buen resultado y a veces un revolcón, pero en cada oportunidad la actitud fue la misma, agarrar la tabla de nuevo y volver, asumiendo la responsabilidad de hacer el mejor esfuerzo y con la esperanza de que la próxima ola, sea la mejor. El país precisaba un líder con esa actitud. Ojalá no tengamos marcha atrás en eso, sea del color que sea el próximo gobierno.

Foto: Instagram de Luis Pereira @luis.pereira1

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